29 de abril de 2018

Hicieron un desierto y lo llamaron paz (Tácito)

Yo ya suponía que Emilio Lledó muy listo no era, que era más tonto que Abundio, pero ahora nos lo ha confirmado al rechazar la medalla de Oro de la Comunidad de Madrid, es decir, la medalla que no concede Cifuentes, que está de paso, sino la comunidad, los ciudadanos de la comunidad. El desprecio no es a Cifuentes, sino a los vecinos de esa comunidad, aunque al  muy lerdo no le conste.

De Emilio Lledó (léase Lerdo), ya escribí en mi novela Entretiempo tras camuflarlo como Javier Permanganato Potásico. Leí un artículo suyo en el El País, cómo no, y me quedó este resabio:

 porque además ya sabía que es un prohombre muy célebre por su soflamas en revistas y tertulias en las que pregona apodíctico que ya no tiene tanta importancia la libertad de expresión, el poder decir lo que se piensa, porque lo interesante, lo creativo, lo pedagógico, es poder pensar lo que se dice; es decir, pensar «correctamente» lo que él piensa y lo que él cree que
es lo mejor para nosotros según la doctrina de esos licenciados chisgarabís que pretenden salvarnos de nosotros mismos e iluminar nuestra inopia en una misión salvífica por nuestro bien, claro, porque el echacuervos nos seguirá predicando que la democracia es esclava del poder económico y que aquélla no consiste en que puedas echar tu voto en la urna sino en que ese voto esté bien pensado, ilustrado y educado con arreglo a la Razón (educar conciencias que nos decían antes en las sacristías). 

Quiere decirse, y se dice, que ese voto hay que educarlo según su criterio que es fruto de la ilustración, de la libertad de pensamiento, de la justicia y de la solidaridad, por lo que para ser libre deberás «educarte» en lo que él te diga, votar lo que él vote y pensar lo que él piensa con el loable empeño de que ejerzas y cultives la verdadera democracia porque si no serás un inculto, una marioneta que no piensa libremente, según había proclamado Javier Permanganato Potásico en uno de sus artículos que había publicado en un periódico relamido hasta en los ladillos. 

Uno  de esos papeles cursiprogres que se dan mucho pisto con el debate y el análisis plural para que todos piensen ese mismo «plural», mientras nos adoctrinan sobre qué hemos de pensar, cómo hemos de vivir y qué hemos de votar para ser unos buenos demócratas y unos éticos ciudadanos en una dictadura de nuevos madelman, hombres nuevos, que siempre votan al mismo partido, al mismo líder y a la misma secta que lee las consignas de la Policía del Pensamiento en los editoriales de «su» periódico, de siempre, porque la libertad de expresión sin medida puede ser una «verdadera arma de destrucción masiva», según ellos dicen en consonancia con lo que argüía el dictador Francisco Franco antes de volar el diario Madrid, pongamos por caso, pues ese es el protocolo que siguen a rajatabla los dictadores para imponer la censura y privarnos de la libertad de expresión.

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