29 de noviembre de 2015

Prójimo

Los yihadistas mantienen a Bruselas en estado de sitio sin disparar ni un tiro. Es lo que hay desde que más de cien ciudadanos fueran masacrados en Paris por esos que sueñan con otros cientos de huríes en el paraíso de Ala es grande, a tanto el kilo de asesinato. Aunque suponemos que las 72 vírgenes que les tienen prometido podrán llevar cinturón de castidad por si las moscas y si por un casual Ala aparece y es grande. ‘No me mueve mi Dios para quererte el cielo que me tienes prometido’, auguró Santa Teresa en plan cristiano.

Mientras tanto podría reunirse la ONU por ve si por primera vez sirve para algo. O por si consigue que no mueran diariamente miles de cristianos en el mismo lugar de autos. Porque Alá es grande pero sus cerriles adeptos son unos enanos que necesitan el pensamiento ya pensado, en potitos, antes de tomar la Bastilla. Tan enanos o medianos como esos tacones que se han puesto otra vez de moda.

Adiós a las alturas: mantén el equilibrio con los 'kitten heels', nos aconsejan enfemenino.com, porque la moda de los altos tacones de aguja decae en favor de estos tacones medianos que tanto exhibió Audrey Hepburn y que parece que son más cómodos. Estupendo, o sea, pero los fetichistas de toda la vida seguiremos babeando por los tacones de aguja, aunque por fuera de la cama use bailarinas. Aunque ellas no lo hacen por comodidad sino porque son

malas y con tal de jodernos no les importa paracer más bajas.

Tal que la alcalde de Madrid, señora Carmena (lo de señora es un decir); juez y mater amantísima de los desheredados que va a ceder a los okupas un palacio de 1926 situado en la calle Alberto Aguilera.

Y sus papís tan contentos porque sus nenes están a buen recaudo pues los españoles les pagan la casa y el Hogar del Guía del Patio Maravilla; una comuna en Madrid donde todavía no ha salido ningún Picasso, ni un Quevedo, ni un tenor que haga un gallo en un !Viva Cartagena!

La cuestión es que el 10% del palacio lo ocupa el Samur (las urgencias sanitarias); un servicio público de salud que pagamos todos y que tendría que ser desahuciado para privatizarlo y entregárselo a unos enchufados que tienen el capricho de poner las tonterías ‘en común’. Y en palacio. Lo privatizan para unos pocos.


Yo creía que eran tontos ‘vulgo Vulgaris’, pero en realidad son unos listorros Fotoshop que se aprovechan de la ‘espiral de silencio’ porque si denuncias esta caprichosa estafa capitalista te escupen en la cara. O se cagan en tus restos y cagarse en algo y en España, da trienios, aunque sea una sea ordinariez que algunos medianías utilizan sobre vírgenes y guardias civiles, para esconder que son unos caricatos fracasados que no valen ni un bufón, ni un pito, porque en realidad son unos mediocres que no costarán ni con tiza en las páginas de la historia.

Y lo saben. Y lo sufren. Yo ya lo pasé. Es duro descubrir que eres un mediocre cuando siempre has querido figurar en el ‘sin parangón’ de la gloria y no llegas ni a meter a las 132 víctimas de París en un cenicero tras una gira por el Palacio Maravillas.

15 de noviembre de 2015

Adelgazar

Tengo un ex amigo que pretende patentar un método de adelgazamiento que se basa en dar disgustos. Si el prójimo o prójima, el electricista y el electricisto, el pianista y el pianisto, lucen de pronto amondongado pues vas, coges y le das un disguto. Y te adelgazan de 10 a 15 kilos en unos dias. Pongo por testigo a la báscula. Funciona. Eso dicen.

Y quizás tenga razón porque mis jefes siempre han sido muy delgados, ahora que caigo, pero supongo que no me reconocerán el mérito. Es que hay gente que se arrima a un servidor que se conoce que es propensa a delgazar, le dije el juez togado cuando me acusó de adelgazar a un teniente de navio.

Y tenía razón porque con mis ansias perfecionista me cargué en alta mar unas cuantas botelllas Niskin, sin posibilidad de arreglarlas. En la Marina está ya todo inventado, me decía el mayor Gago. «Si funciona no lo toques», añadía. Y no se refería a la Constitución que ahora quieren revocar o cambiar como si fuera un traje de temporada, sino al hecho de que siempre hay un listo que quiere afinar más el piano.



Tuvimos que volver a puerto, gastar gasoil, dietas, comida, pertrechos y práctico de puerto. Y todos salieron alborozados a celebrar la repentina arribada menos yo, por razones obvias. Aquí no es que esté todo inventado, queda muchísimo por innovar, pero no podemos perder el tiempo discutiendo lo obvio. Cansa, aburre. Y sufrimos un bostezo de tal cuantía como el de esos matrimonios que llevan casados muchos años y que cuando se sientan en una terraza miran cada uno para un lado, bostezan y se aburren. O uno de ellos lee el periódico deportivo mientras el otro mira a los que pasan. Sin hablarse. No tienen nada que decirse. De solteros en más emocionante.

Es lo que hay porque recuerdo que cuando éramos mozos, hace siglos, a un servidor siempre lo ponían en los guateques con el tocadiscos y las chicas acudían a mí muy cariñosas con frases alentadores como «cariño, pon este disco». «Cielo, pon esta canción». «O prenda, ponte una de fulano». Eran muy cariñosas y por eso me extrañaba de que en queriéndome tanto, como me querían, bailaran con otros.

Quién entiende a las mujeres me preguntaba yo entre disco y disco, entre canción y canción a 45 rpm. Quieren darme celos, me decía ufano. Y seguía poniendo discos mientras ellas bailaban con otros.

Lo comprendí, más tarde sí, pero no es una cuestión de la que uno esté muy orgulloso y prefiero dejarlo así porque por aquí es todo tan mediocre y previsible que hasta el rey se afana en el empeño cuando declara lo obvio para quedar muy mono y apañao, y nos advierte de que el desarrollo «ha de ser sostenible» (efecto Forer).

Y su esposa, Mistress Leticia, que nos reprende con aquello de que tirar la comida es cosa de gente muy mala, con el hambre que hay en el mundo (efecto Forer otra vez). Un día de estos nos encomendarán que ayudemos a los ancianos a cruzar los pasos de cebra, días y ollas. Quizás por esa la reina esté tan delgada. De los disgustos que le damos los malos españoles.

Columna publicada en el periódico El Mirador de Cieza.

4 de noviembre de 2015

Calzonazos

Más de la mitad de las adolescentes cree que el hombre debe proteger a la mujer, según un informe sobre los estereotipos sociales, etc., etc. Sorprendente. Ni en el cuaternario pasaba esto. Como ‘se poseibol’ que unas adolescentes que han nacido hace media hora y en el siglo XXI, todavía piensen como sus bisa-bisa- abuelas. Es increíble.

Con las ganas que tiene un servidor de encontrar a una novia que me proteja, mientras duermo la siesta. Aunque me llamen calzonazos. Calzonazos con gusto no duelen, eso dicen. Pero no; resulta que te quieren hacer trabajar. Son crueles. A mi me encanta que ellas lleven las riendas, que lo hagan todo, que lo decidan todo, mientras tú te engolfas con las musarañas. Me encanta ser un calzonazos.

Pero el 67% de los críos cree que debe ser el hombre el que proteja a la mujer. Qué manía tienen estos jovenzuelos con hacerte trabajar. Con lo feliz que se vive delegando para que ellas se realicen como mujeres, sean independientes y lideren la relación. Y el mundo. A uno le da envidia el marido de la Merkel porque el cabrontece se lo ha montado de vicio: no da un palo al agua, vive como un marajá y encima ella se lo hace todo porque lo decide todo. Y él a dormir la siesta, aunque los alemanes creo que no la duermen, así que a beber cerveza caliente que ya hay que tener ganas.
 


Ser un calzonazos tiene sus ventajas, que lo sepas, porque sólo tienes que decir: «lo que tú quieras, cariño», y las tienes tan contentas. ¿Dónde vamos?, te pueden preguntar. A donde tú quieras, cielo. Y ellas tan dichosas. ¿Playa o campo? Lo que tú digas, amor. ¿Cine o pub?, decídelo tú, mi vida.

Y tú tan a gusto y ellas tan gozosas que incluso por la noche se pondrán encima sin preguntarte nada y te lo harán, que da gusto, mientras tú piensas en ‘La crítica de la razón pura’. O en el culo de la vecina, ya puestos en plan ontológico. Es un chollo. Yo siempre he querido ser viejo verde, dependiente de lencería de señoras y calzonazos, pero nunca me han dejado.

Es que a ellas no les gustan los baldragas porque según confiesan en las encuestas, prefieren un hombre/hombre, es decir, un macho Alfa que las lleve a maltraer porque les gusta sentirse protegidas. Un hombre de verdad, según la canción de Alaska, que se confiesa un volcán en erupción y una estricta gobernanta. Pues yo no estoy para apagar volcanes, cariño, así que prueba con un bombero de esos de los calendarios, porque lo del ser un bragazas o un poltrón relaja mucho y te deja tiempo para pensar, ya digo.

Y para que ella fisgue tú móvil porque el 62,9% conoce a chicas que inspeccionan el de su novio. Las celosas posesivas que son un encanto, siempre que estés enamorado, claro. Pero no importa porque les das tú mismo el móvil, la clave de la cuenta de correo, del ‘guatsap’, del face, del cajero y de todo lo que sea menester para que lo controle todo y no te moleste la siesta. Sólo en casos de urgencia. Si se cae del quinto piso, por ejemplo, porque entonces es de caballeros levantarse de la cama y llamar al 112. Nobleza obliga.

Columna publicada en el periódico El Mirador de Cieza.