16 de abril de 2018

El cortejo no fúnebre, pero casi...

Hace años estaba en una peluquería de mujeres, junto a otras clientas, en esa humillante situación en la que una se suele encontrar en la peluquería: con la cabeza llena de papel de plata o de una plasta de tinte repugnante; o con rulos, con pinzas, con una cofia de plástico, en fin, espantosas todas nosotras a más no poder. 

Y de pronto entró inesperadamente en el local un macho joven, un amigo de la peluquera que venía a cortarse y que violó la intimidad de nuestro santuario femenino. Pues bien, fue sorprendente ver la vaporosa agitación que nos entró a todas, la incomodidad y el nerviosismo, nuestro modo de enderezarnos en los asientos y sonreír a mansalva con el vano esfuerzo de intentar parecer menos horrendas, y todo ello sin tener ninguna ambición real de ligar con él, sino por puro y ciego instinto. Me chocó tanto que escribí un artículo sobre ello. 

Esto lo escribe Rosa Montero en su artículo "menear el trasero" de El País.  No es novedad porque  a los tíos nos pasa igual, de darse el caso contrario, pero hay una
especie de comunicación no verbal cuando una mujer quiere conquistarte. Las mujeres te dan señales cuando están interesadas en ti, me comentó el otro día una amiga.

Lo que lo curre es que algunos no se enteran. Y es verdad. Yo soy de los que no se enteran de esas "señales", pero porque tengo constancia fehaciente de que ninguna se interesa por mi. No es complejo de inferioridad, pero si tuviera millones, fuera un guaperas y disfutara de  algunos campos y chaleses prestaría atención, pero tal y como me conozco y conozco el azulejo, cuando una mujer me mira me barrunto que es porque llevo la bragueta abierta.


No hay comentarios:

Publicar un comentario