14 de noviembre de 2006

Qué hacemos con los travestís

Irene Zoe Alameda ha escrito un interesante artículo en El País en el que denuncia la discriminación silenciosa entre hombre y mujer. Y uno está de acuerdo en casi todo lo que revela excepto en un particular, pues ella cree que en la familia se educa para la discriminación si, por ejemplo, los niños ven que el hombre lleva zapato cómodo, mientras la mujer camina casi de puntillas debido a los tacones. O si los niños perciben ruido de tacones y el tintineo de collares y pulseras. 

O si los zagales toman nota de que papá se viste pronto y mamá tarda más porque se tiene que pintar la cara o las uñas. Todo ello puede ocasionar, según Zoe Alameda, que se les transmita unos modelos contradictorios de identidad. Cierto. A mí se me trasmitió ese modelo de discriminación y por eso, afortunadamente, soy fetichista (una opción de libertad sexual más, como otra cualquiera). Y por eso me gustan a rabiar las mujeres con tacones, medias con costuras, ligueros, fajas, corsés, dress, bodys, tedys, rejillas y demás orfebrería textil. Una opción sexual más, ya digo, tan respetable como
los homosexuales, por ejemplo. A no ser que Irene Zoe pretenda encerrar a los fetichistas en el armario y discriminarnos sexualmente. 

Porque además su argumento tiene otro escollo y es que los primeros que tardan mucho tiempo en vestirse y que tienen problemas de identidad son los travestis que son los más apasionados admiradores de los tacones, las medias o pintarse las uñas. Quiere decirse que habría que empezar por obligar a los travestis a no ser travestis; es decir, educarlos en la no discriminación para que se vistan sin tacones y sin pintarse los labios con el fin de que dejen de imitar esos estereotipos tan femeninos. Y luego todo lo demás. Y es que se pilla antes a un neci@ que a un cojo.

4 comentarios:

  1. No resulta fácil encontrar una respuesta a esa situación. Porque... vamos a ver, ¿hay alguien que sepa, nada más nacer, cuál va a ser la orientación sexual de ese niño/a?. No, ¿verdad?. Pues como nadie tiene la bolita mágica que nos diga cómo se le ha de educar para que no se sienta frustado/a, creo que lo mejor es dejarle que, a medida que vaya creciendo, elija su orientación sexual con toda libertad. Eso sí, sin que nadie intente llevarle por un camino prefijado porque como se está 'descarriando...'. Porque es ahí donde radica el origen de todos los problemas, cuando alquien te quiere llevar por un camino que tú no quieres elegir.

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  2. Por eso yo soy un "descarriado" fetichista. Un perverso fetichista que se niega a pasar por el aro, la doctrina y la dictadura de Zoe Alameda. El que quiera vérselas con una mujer con vaqueros y zapatillas está en su derecho, pero también está mi polla en su derecho de ponerse en huelga de brazos caídos. O sea.

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  3. Yo sí que sabía cual era la orientación sexual que quería. Al nacer ya sabía que quería ser hermafrodita para librarme de las etiquetas de "homos" y "heteros" que son un incordio. Pues no señor, se empeñaron en que fuera "hetero", me compraban pistolas, espadas, balones, arcos y flechas, me disfrazaban de El Zorro, me hacian leer unos tebeos que se llamaban "Azañas bélicas", "Roberto Alcazar y Pedrin", "El Guerrero del Antifaz" y cosas así, hasta me hacian ver peliculas "verdes" y me decian quien debía ser yo en esas situaciones, para mí, ridiculas y grotescas. Pero hoy agradezco la instrucción recibida y, tengo que decirlo, ¡¡me gusta mucho ser "hetero"!!, que coño!.

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  4. Por si te sirve de consuelo, yo de pequeño quería ser dependiente de una lencería de señoras. E incluso para afinar mi aprendizaje me metía en los probadores. Pero me echaban. No me permitían ejercer mi pasión vocacional.

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