Son buena gente que no sabe más, que no se remoce que pueda haber alguien que sea más avispado y se hunden en la envidia. Y te enviar comentarios al blog repletos de odio, cuando ellos no tienen la culpa de nada y son así. Normales, como yo y como todos. Pero les gusta ser los primeros (en la Marina por poco me matan y en La Opinión no me dejaban vivir) porque no concebían que un típo sin estudios, con sólo el certificado de estudios primarios fuera felicitado por el director en público, en medio de la redacción. Y sepan los descreídos que hay testigos y cartas personales de felicitación. La verdad es que tanto halago me hizo más daño que cualquier insulto. Y fueron a por mí hasta que consiguiron que me fuera. Consta en papeles y certificados. Y aún los soporto: desde los que te plagian sin citar la fuente a los de la enfermedad común. Algunos incluso llegan a perder la cabeza y recurrir a medios poco ortodoxos para por lo menos paliar en algo su enfermedad. Para que no se note.
Porque son enfermos aunque ellos no lo sepan. Y se morirán enfermos. Yo he tenido la desgracia de padecer las consecuencias de la envidia y he llegado a la conclusión de que la mejor manera de combatirla es ignorarla. Apartarte de su camino. Después de todo cuando se cierre la lápida nadie volverá a acordarse de ellos porque no han dejado nada en vida. Sólo odio y desprecio que después de todo ellos mismos ya han pagado porque eso es un malvivir.
Alan Turing |
Decía Confucio que antes de comenzar un viaje de venganza caves dos tumbas. Y es cierto. Hay que dejarlos con su reconcomio y malvivir, y no sumarse a la venganza ni otras gaitas porque tú mismo vives ese padecimiento si lo sigues. Y caes en la otra tumba.
Dos tumbas. No. Sólo una y que les vaya bonito. Bastante tienen los pobres con las consecuencias de su enfermedad: la envidia que no los deja vivir, aunque no se les note; aunque con ellos vaya el padecimiento de que son unos vulgares talcualillos, es decir, gente normal que no ha podido acceder a las cualidades que la naturaleza les ha dado a otros. Al principio, como es natural, tú reacción es obvia: responder para hacer el mismo daño que te han hecho, pero lo correcto es pasar de ellos porque no tienen la culpa. Dan pena. Pobrecicos. Hay que compadecerse de ellos y tener piedad.
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