No puedo perder el tiempo con proyectos inútiles que no conducen a nada. Pensé dejarlo, dejar de escribir porque supuse que estaba acabado, que no podría escribir más. Pero no. Este proyecto se acaba pero la vida sigue. Volveré a coger Otro día perdido, que me dejé en sus inicios y seguiré para ver si llega a novela. El otro es un proyecto iluso, poco razonable, que requiere un esfuerzo que probablemente no conducirá a nada por si dificultad. A mi edad. Si tuviera 30 años me empeñaría en ello como ya hice con otros, pero ahora no puedo perder otros tres años con una novela que luego tenga que romper. No tengo tiempo. Tengo que ir a lo práctico, a lo posible. Anoche me di cuenta de que este proyecto sólo conduce a la amargura, frustración y al hastío. Al aburrimiento. Porque me aburrí al leer las notas de los folios. Y escribir es divertirse, ilusionarse y ser feliz.
Cuando ayer leía y corregía algunos borradores y me apercibía de la dificultad del proyecto, que no me atraía como los precedentes, empecé a bostezar como esos matrimonios que llevan casados muchos años y que cuando se sientan en una terraza miran cada uno para un lado, bostezan y se aburren. O uno de ellos lee el periódico deportivo mientras el otromira a los que pasan. Sin hablarse. No tienen nada que decirse. Nada. Y sin ilusión no hay trabajo, ni buenas ideas. Quizás dentro de 10 años lo retome, pero esta puerta está cerrada. Abro otra que espero que me ilusione más. La verdad es que cualquier otra cosa me ilusiona más que este.
Lo consultaré con mi hermana con la que me llevo de maravilla desde la muerte de mi madre y a la que se lo cuento y consulto todo. Pero sé que me va a decir: Nene, tú haz lo que creas conveniente y lo que te haga feliz. Y si este proyecto no me hace feliz, me tortura y no me deja vivir por su dificultad, hay que acabarlo. FIN. Mañana empiezo el proceso para dejar de fumar y pondré en práctica lo que siempre he aconsejado a los demás que hagan, aunque esos consejos no me los aplicara a mí. Ahora sí.
Otro día perdido
Hay que apagar el fuego y no dejar rescoldos, antes de emprender de nuevo la marcha. Eso se le ha ocurrido de pronto a Julián y quizás por eso rompe su agenda de teléfonos y bloquea todos los números que tienen guardados. Ya nadie podrá llamarlo. Nadie conocido. Y se siente feliz, liberado.
Y escribe en su diario:
Atrás queda todo, archivado, como esas hojas muertas que se meten en los libros porque sí y cuando los abres, años después, ni tan siquiera recuerdas de dónde proceden. Ni te importa.
La felicidad es sólo un recuerdo; el mejor recuerdo que tenemos de nuestra vida, se dice mientras le prende fuego a cartas, fotos, recortes, escritos y demás calderilla. A veces nos pasamos la vida soñando con imposibles y no miramos a la silla de al lado. Nos obcecamos con una idea, queremos conseguirla sin apreciar que es inútil y que nos hará sufrir. Y no miramos al lado, donde quizás este la felicidad, que no vemos, porque estamos empecinados por esa utopía que es inalcanzable y que nos impide ver donde está lo posible, lo razonable.
Mañana presento la solicitud de divorcio y empiezo otra nueva vida, ya liberado. Ese amor está perdido y ella no se merece que luche por conquistarla porque no merece la pena, ni tanto esfuerzo. Que sea feliz y ojalá lo consiga. Pero con otro. FIN.
A Julián ya no le importa el pasado, está derrotado por cansancio, por hastío, por aburrimiento; por un amor con monólogos en el desierto que nadie oye. Y decide preocuparse sólo por el presente más inmediato; por el prólogo del futuro dejando atrás los epitafios.

Y de pronto me he liberado, me he sentido mejor, como si me hubiera quitado una pesada carga de encima y pudiera ya volar. He soltado peso de mis alas y me siento tranquilo, sosegado... No soy completamente feliz, porque he fracasado, pero al menos he conseguido la serenidad. Nunca digas nunca jamas; nunca digas de ese agua no beberé porque luego surge alguien o algo, que te lleva de nuevo a ilusionarte por la vida y el trabajo.
Nunca digas está va a ser la última o mi último, porque a la vuelta de la esquina puedes encontrar lo que de verdad buscas y que no ves porque estás obcecado con lo otro, con lo imposible. Me recuerda esos prójimos ilusos que dicen esta mujer ha sido la primera y va a ser la última.

Seguiré con el diario, pero como un laboratorio de experimentos para la novela que sí tengo claro cuál es su punto de vista y ya tiene casi listo el encofrado, como yo le llamo. Son las 06.57 y por la calle circulan más coches de lo que es habitual. No sé a qué se debe. Voy a asomarme a mi serviola y ver qué ocurre.
Y no ocurre nada, pero circulan más coches. Aunque cuando me he asomado a mi serviola he visto que la traca del lunes 31, la del fin de fiestas, pasa muy cerca de mi ventana. Otros años me he subido al 'terrao', a la terraza y la he visto desde arriba, pero este año la veré de frente desde mi serviola para dejar que se llene mi estudio de humo y de olor a pólvora. Me gusta ese olor pirotécnico, quizás porque te trae recuerdos de cuando eras niño y te entusiasmaba todo lo nuevo.
Ahora ya no me entusiasma nada, ni tan siquiera esforzarme con esa novela imposible cuando a mi siempre me han gustado los retos. Será que ya estoy muy viejo y que lo que me dije en Viernes Santo de hace tres años tenía que haberlo cumplido porque sabía lo que iba pasar, mi intuición femenina me lo decía, pero no le hice caso y me dejé arrastrar por el torbellino de la pasión quinceañera.

Son las 07.12 y ahora se suma a la tertulia un hombre que charla con los barrenderos, de los de a pie, y les explica que "Cieza es un pueblo muy marrano". Y se enzarza en una discusión sobre si hay muchas o pocas papeleras. Y se acerca otro y une a la tertulia. Claro, ahora lo comprendo por lo que comentan, dicen que abre a las nueve y caigo en que hoy es 25 y es día de cobro de las pensiones. Están esperan a que abra el Sabadell. Y viene otro. Va a haber cola. Y son las 07.22, según mi ordenador.
Y empieza a amanecer. La pena es que no lo puedo ver porque me tapa la mole de ese adefesio de edificio que construyen enfrente y al que se apuntaron todos aquellos con posibles que querían vivir en el Paseo y pensaban que eso les supondría un prestigio social. Ilusos. Yo he nacido en esta casa o cerca de aquí y es como cualquier paseo de cualquier ciudad.

Cieza, Otro día perdido (Diario de un serviola)
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