28 de abril de 2013

A la vez

Los psicólogos de la Universidad de Hertfordshire han corroborado que los hombres no saben hacer dos cosas a la vez porque cada una de las tareas es llevada a cabo por uno de los hemisferios cerebrales y como sólo tenemos dos, la cosa no da para más. Los hombres pueden cocinar y hablar por teléfono pero no pueden hacer una tercera labor. Y es cierto: los chicos no podemos leer el periódico y mentirle a la churry al jurarle que ese vestido que se prueba no la hace más gorda.

Ellas tienen esa licencia y pueden hacer varias cosas a la vez como andar de cháchara, ver la televisión, 'whatsapear', ponerse los rulos y tocarte los huevos. Y todo al mismo tiempo.

Aunque algunos hombres también saben hacer varias cosas simultáneas como estar en el Parlamento y en la calle dándole al 'escraching' (coaccionar en sus casas a los representantes de los ciudadanos).  Una reivindicación justa, pero incorrecta porque mañana puede gobernar IU y que aparezca la extrema derecha para 'escrachear' a los diputados de izquierda o a los médicos abortistas.

O asediar el Congreso. No vivimos en una democracia 'escrachera' y según los libros de primaria, las leyes se aprueban en el Parlamento y no en las tascas. Ni en las sacristías. Y todavía nos quedan dos millones de chabolistas que siguen sin poder hipotecarse para ser desahuciados y que por fin alguien los defienda. O se acuerde de ellos.


Así que los hombres sí sabemos hacer dos cosas a la vez porque también podemos ver un partido de fútbol, beber, vocear y mirarle el culo a su mejor amiga. Y todo al mismo tiempo.

Tampoco se fía uno mucho de aquellos que aseguran que las mujeres no saben orientarse porque a mí una niña de la infancia me demostró que sí saben, cuando se plantó ante mí para darme a conocer mis primeros atisbos de romanticismo: "Si me das tu bocadillo de la merienda me bajo las braguitas y te dejo que mires". ¿Mirar?... qué era eso tan importante que había que mirar, me preguntaba yo animado por ese espíritu de la investigación periodística que me ha espoleado desde muy niño. Así que accedí, claro.

Dieciocho bocadillos después y tras varias visitas al médico porque me había quedado esmirriado, no tuve más remedio que ponérselo muy claro a aquella niña de mis desvelos: Oye, que yo creo que eso que me enseñas no merece la pena cambiarlo por un bocadillo porque Laurita me lo enseña gratis, que lo sepas, le comenté mintiéndole, y propiciando luego un invento del marketing que los americanos me copiaron y llamaron "dumping".

Bueno, pues vete a ver el de Laurita, me replicó ella muy segura de la calidad de su producto y anticipando lo que luego sería su colosal carrera profesional porque creo que ahora es directiva de un gran banco. O trabaja en la ONU como Bibiana Aído por 6.000 euros al mes, mientras por aquí pagamos las medicinas. Algunas se orientan muy bien. Demasiado bien. Y otros saben hacer más de dos cosas a la vez y pueden coger sobres, EREs y sobresueldos de varias manos. Y al mismo tiempo.

Columna publicada en el periódico El Mirador de Cieza. 

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