27 de enero de 2010

Capitol

El antiguo teatro Capitol ya es un cromo sepia de los legajos pese a que sólo tiene unos pocos años, pues se construyó en plena dictadura. Lo han derribado y nos lo han borrado de la memoria que además es sólo nuestra, porque la juventud ni lo conoce (por dentro), ni lo añora. Cada generación tiene su memoria y esa es única e intransferible. La mía todavía merodea por el solar de doña Adela donde pasé mi descalabrada infancia y corroboré a pedradas (y antes de la escuela), que Newton tenía razón.

Pero el presidente Valcárcel que se cuida mucho de proteger los votos electorales del yacimiento de San Esteban, ya ha puesto la primera piedra mortuoria sobre un nuevo proyecto que viene de hace años, es cierto, y por el que nadie hasta ahora había piado para denunciar su atropello y derribo. Ha sido tras su demolición cuando han surgido las

maeres mías, las jeremiadas y el pasmo por un desafuero que llevaba anunciado desde hace años y que deja en muy mal lugar a la oposición por su incapacidad para controlar al Gobierno, pues parece que se le han metido doblada (como a los pardillos).

Pero los populares tampoco pueden parapetarse en ese burladero porque el derribo es de su exclusiva responsabilidad y el alcalde, Antonio Tamayo, pasará a la historia por haber derribado el antiguo Capítol, como Francisco Lucas Navarro pasó por permitir los desproporcionados edificios de 10 plantas en el Paseo y Santa Ana. El proyecto se podría haber enmendado para renunciar a la sala pequeña y convertir el Capitol en lo que fue, cambiando sólo el cemento, es decir el encofrado, para respetar su antiguo distribución con palcos y entresuelo, aunque tuviera un nuevo escenario y el aforo pudiera ser más pequeño.

Se pudo solventar, pero ahora lo han sellado para los restos con la lápida de la primera piedra porque Valcárcel ha paralizado el parking en San Esteban para proteger sus votos (digo, el patrimonio), pero en Cieza se conoce que la cuestión es más peliaguda pues Cieza es Cieza, como fútbol es fútbol, y ya se sabe que de Cieza ni las olivas. Por algo será.

No obstante tendremos que tener muy buen pulso para pegar la hebra y no patinar como otras veces, porque cuando uno escribía la columna en el periódico “La prensa local” (un abrazo para José Luis Vergara), me opuse tajantemente a la construcción del paseo Ribereño y ahora llevo diez años paseando por él todos los días. Estaba equivocado.

Así que conviene llevar cuidado con las banderas en las que te alistan porque si del Casino (que era mucho más antiguo), sólo se conservó la fachada y de lo que se trata es de conservar el patrimonio, ahí tenemos enterrado el poblado árabe de Medina Siyâsa que precisa una actuación contundente, en vez de pinceladas veraniegas con alumnos en prácticas. Hay que proteger el hormigón franquista del Capitol pero cuidarse también del adobe y las tejas del siglo XI (y sus 787 casas de la Atalaya), que no sólo son patrimonio de los Martinejos, sino de la humanidad.
(Columna publicada en el semanario de papel El Mirador de Cieza)

2 comentarios:

  1. Antonio, leí a Lledó que "somos, fundamentalmente memoria" (aunque yo añadiría que también TIEMPO, claro), y que la memoria configura nuestra identidad. Pues, bien mi memoria, como la tuya y como la de varias generaciones de ciezanos ha quedado diezmada porque nos han derribado El Capitol, un lugar que formaba parte de nuestra identidad, y que algunos, creyéndose dioses o demonios (no sé bien), han quitado de un plumazo de nuestra memoria.
    Ya nunca más pisaremos sus pasillos ni nos sentaremos en su patio de butacas, aunque haya un nuevo patio y unos nuevos pasillos. Un nuevo descalabro a la identidad -si es que existe tal cosa- de este Cieza, porque tienes razón, Cieza es Cieza,....
    ¿Queda algo más que derrumbar de nuestra memoria, es decir, de nuestra identidad?
    Somos el tiempo

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  2. Pues no sé si queda algo por derribar, Ángel, porque no tenemos casco histórico (seamos sinceros, el que tenemos es una caca), pero me temo que lo único que sí que merece la pena conservar, Medina Siyasa, sigue enterrado y seguirá así por los siglos de los siglos.

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