18 de octubre de 2006

La muerte pelá (II)

Juan Ortega Ibáñez es un paisano murciano de Algezares que ha leído mi libro Azul y sombra y lo ha alabado, sin conocerme, que ya tiene mérito. Juan ha abierto su blog “Escritos al viento”, en el que se pregunta por la muerte, por la “muerte pelá”, según dicen los niños de Cieza, mi pueblo, en una acertada metáfora ante la evidencia de que la muerte sólo deja calaveras pelás como tarjeta de visita. Juan se pregunta cómo será la muerte y todas esas cuestiones que se suelen hacer las personas mientras hacen la digestión. Y todos aquéllos que piensan y razonan, porque los animales andan más entretenidos en cagar, comer, dormir y follar que es lo suyo y huyen mucho de la metafísica. El hombre inteligente se pregunta por la muerte porque aunque no seas Woody Allen, es una cuestión que se suelen hacer
todos los animales racionales, ya digo, que no se dedican a vivir como animales. Yo creo que de la muerte nadie sabe nada porque cuando llega no estás vivo y no eres consciente de ella, a no ser que te caigas de un décimo piso, por ejemplo, y entonces si eres consciente de que te vas a morir, pero entonces, si sabes que te vas a morir, lo que te preocupa no es palmarla sino saber cómo se van a gastar el dinero de tu herencia los hijoputas de tus hijos y tus nueras, etcétera, que son cuestiones de más enjundia y proscenio que la muerte misma. En cualquier caso yo creo que la muerte no es esa señora de velo negro y rostro cadavérico que suelen dibujar en la películas que ve Zapatero, sino una tía buena como la de la foto de arriba que te anima a follar con ella y que te hace olvidarte de los hijoputas de los hijos y las nueras, de la puta de tu mujer, del cabrón de tu marido y de los cerdos de los compañeros de trabajo. Una tía buena que te lleva de la mano a un paraíso en el que, por fin, podrás encontrar una mujer que no sea de esas tan raras que te preguntan en qué piensas cuando tú estás pensando en el culo de su mejor amiga. Y te obligan a mentir. Lo hacen adrede. Son malas, perversas y depravadas que lo hacen aposta para que mientas y poder así acusarte de que rompes la sinceridad en la pareja y todo eso que suelen decir ellas antes de que les duela la cabeza.

11 comentarios:

  1. Ja, ja, ja, ja.... Buen tema este de la metafísica, Antonio!

    Efectivamente los animales racionales cavilamos sobre la muerte y otras cuestiones, y qué decir de la sinceridad con la pareja. Pero no solo con ella. También con la familia, con los colegas, con los amigos...

    ¿Por qué alguna vez somos completamente libres cuando estamos pensando en el culo de la amiga de la mujer, de una vecina, de una compañera de trabajo, o de una desconocida?
    ¿Tan libres como para admitirlo, compartirlo, y estar sin ningún sentimiento de culpa por ello?
    ¿Y permanecer en paz, con la mente serena y felices, absortos en esos instantes de contemplación?

    ¡Ojalá pudiera ser así! Aunque como siempre, lo clandestino y lo prohibido también tiene su componente de satisfacción.

    ResponderEliminar
  2. Siento desanimaros pero os he de confesar que nosotras también pensamos en el culo del vecino del quinto tercera mientras os preguntamos esas cosas con voz ñoña y ojitos inocentes, para despistar. Sí, somos malas, muy muy malas...

    ResponderEliminar
  3. Pro yo hablaba de la muerte, creo, y hemos salido por peteneras y culos.

    ResponderEliminar
  4. La muerte y la metafísica....
    eternos temas llenos de sugestiones...
    Me parece fascinante la expresión "muerte pelá", que no conocía aunque mi mejor amigo es murciano. El otro dia estaba en la estación de autobuses de La Sepulvedana para ir a Segovia a ver a mi familia y la nueva hija de mi prima Gaby (siempre voy en mi coche, pero como mi amiga estaba en Prádena pues luego me recogía en la capital para pasar un fin de semana en sus fascinantes fiestas locales , o sea, las mujeres siempre mandando...). Estaba yo esperando el autobús leyendo aterrado el periódico y mirando de vez en cuando a una gente extraña que se encontraba enfrente mío. En esto que se me acercó un señor muy raro y sin dientes y me preguntó: ¿sabes lo que hay después de la vida?. Yo,perplejo, le respondí que no tenía ni idea, pero que esperaba descubrirlo dentro de mucho. Total, que el desdentado se fue a preguntar a unas mozas de culo fascinante y que salieron espantadas al verle... ya en el autobús, escuchando en mis auriculares a Pink Floyd, me paré a pensar en la muerte, justo cuando sonaba el magnífico punteo de David Gilmore en "Confortably numb" (Confortablemente insensible). No temo a la muerte, pero no soy su novio. Me acojona el dolor, y espero llegar a viejo verde y con algo de vista, para leer lo que me falta y mirar culos y escotes, cosa que parece ser dificil en mi familia...
    Platón decía que la muerte no existe, puesto que si estás vivo no hay tal y si estás muerto, pues ya pasó todo. Antes se aceptaba la muerte con naturalidad, ahora se la teme, toda muerte nos parece estemporánea, aunque sea de una persona anciana. Antes, ante el peligro de muerte se pedía confesión, ahora, una ambulancia.
    Es un trámite que no podemos evitar, ni siquiera Polanco con su poder y dinero.
    La metafísica me atrae al leer a Ortega y a Marías. Es célebre la anécdota de Ortega con el torero apodado "el Gallo", pero contaré otra también suculenta.
    Había una marquesa en Madrid que gustaba de invitar a cenar a artistas y pensadores para dar lustre a su palacio. Enterado el Rey Alfonso XIII de que esa noche iba a invitar nada menos que a Ortega, Marañón Y Ramón y Cajal, le dijo a su marido, a la sazón cargo en palacio, que le gustaría asistir a esa cena. Así que nos encontramos al soberano compartiendo cena con los eminentes sabios citados, no precisamente monárquicos. El monarca le preguntó a Ortega que a qué se dedicaba, a lo que nuestro filósofo respondió: a la metafísica, a lo cual respondió el Augusto Rey; "coño!!"
    Pues eso, coño, la metafísica!!
    Si, las mujeres saben lo que pensamos y saben que casi siempre son culos y tetas (de otras).
    Si, sois muy malas, pero increibles (véase el ejemplo de Pura Salceda).
    Enrique

    ResponderEliminar
  5. Muerte pelá es lo que dicen los niños al ver la calavera pelá. Es una metáfora infantil genial. Yo la he oído en Cieza a los niños. Pero metafísicas aparte los únicos que no le temen a la muerte son los locos, los niños y los animales, porque no saben que van a morir.

    ResponderEliminar
  6. muerte pelá...me gusta. Oye has visto a la chica del lunar?

    ResponderEliminar
  7. Qué va, Lola. Esa chica la vi por Cieza hace meses y no he vuelto a saber de ella porque el comentario que tú dices es del 21 de junio. Pasa mucho en la vida: te cruzas con alguien que te atrae, que sólo ves una vez y que luego no vuelves a ver nunca más. Suele ocurrir. A todos nos ha pasado.
    PD.- Es curioso que coincidas en el vestido con Ana María Tomás.

    ResponderEliminar
  8. Tengo que agradecerte la cuña publicitaria de mi blog que haces en "La muerte pelá". He de aclararte que soy un valenciano casado con una algezareña y que nos vinimos al pueblico hace mas o menos 11 años.
    Lo que no se le ocurre al tipo más ingenioso se les ha ocurrido a los niños de Cieza; no podían haber encontrado una frase que describa tan escuetamente y a la vez tan realista la visión de una calavera. Bravo por los chicos que, tan jovencicos ellos, ya le tienen tan poco respeto a la Parca, de seguir así el día de mañana se reirán hasta de Rubalcaba, ese señor que es capaz de darle un susto al mismisimo diablo.
    Juan
    PD: La primera vez que tecleo las letras de verificación nunca me las admite, siempre lo hace a la segunda o tercera vez, ¿será por seguridad? ¿o será el control de la larga mano de Rubalcaba?

    ResponderEliminar
  9. Si te has casado con una murciana eres murciano, Juan. O medio murciano. Lo que te ocurre con las letras también me pasa a mí. El problema es que no son letras calras y se confunden.

    ResponderEliminar
  10. jejejeje.. Por un momento me has recordado a Cesare Pavesse. Su obsesión por la muerte y su misoginia.

    Saludos.

    Pablo.

    ResponderEliminar
  11. La misoginia de Paveses era provocada por el despecho de un amor. Yo no soy misógino porque amo a las mujeres, lo que ocurre es que ella no me aman. Es distinto.

    ResponderEliminar