1 de septiembre de 2006

La España que grita y crispa

El cerril orejero de Forges (quién te ha visto y quién te ve, Maribel), está publicando una serie de chistes en los que critica a los que se oponen a “su” Gobierno y los llama “calumniadores y crispadores”. Él, claro, como representante chistoso de la España cursiprogre y paleta que quiere pasar por fina, prefiere una oposición mansa y unos ciudadanos sumisos que le laman el culo a su Gobierno. Porque cuando los suyos apedrean las sedes del partido contrario no hay crispación, sino ejercicio de la protesta ciudadana; cuando los suyos no dejan hablar a Rajoy en su propio mitin como ya ha ocurrido en Cataluña y León, no hay crispación, sino reivindicaciones políticas; porque cuando los suyos calumnian impunemente al partido adversario acusándolo de cometer un delito quemando el monte, no hay crispación, ni calumnias, sino ejercicio de la responsabilidad del poder. Los suyos no crispan ni calumnian, sino que protestan, y los demás
no protestan, sino que crispan y calumnian. En esta España de Zapatero, Forges y chichinabo, todo que aquel que piensa sin pedir permiso es un crispador porque ya se sabe que cree el sumiso consentidor que todos son de su condición. Así que si a ti te dan un puñetazo y te quejas, eres un crispador, porque "El grito" de Munch es de gente ordinaria ya que los cursiprogres no quieren que nadie grite. Esta es la España negra, amargada y sombría que quiere ciudadanos sumisos, consentidores y mansos; la España que cuando usa la cabeza es para embestir y acusar al que no está de acuerdo con ellos de “crispador” para amordazarlo, censurarlo y matarlo civilmente. Esta es la España de Zapatero y Forges; la España cursiprogre, paleta y lameculos de !Viva Polanco, nuestro dueño!"

2 comentarios:

  1. Se está llegando por parte de algunos a una idea que era frecuente en la España de los años 30, antes y durante la guerra civil. Esta idea es la siguiente: considerar al otro como inaceptable. No es que sea criticable o reprochable en sus ideas o acciones, sino directamente es intolerable, no ha de existir. Ya veremos como acaba todo esto.
    El señor Forges lleva años instalado en el pesebre polanquista, donde ha menguado su talento y ha crecido a la par su sectarismo y su cuenta corriente. Queda ya muy lejano ese humorista imprescindible de la transición. Allá él y sus pinceles, me quedo con Francisco Ibáñez, digno y genial.
    Enrique

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  2. Hubo un tiempo en el que yo lo admiré. Supongo que la vejez proporciona inseguridad y se siente ahí más cobijado en la manada. Porque es de un sectarismo que sangra, aunque creo que él ni se da cuenta proque el sectario no sabe que lo es. Ni se entera.

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