17 de enero de 2006

Mírame a los ojos

Las cafeterías para hacer punto y ganchillo son el último grito en EEUU para las mujeres jóvenes e incluso para los hombres que se apuntan a este tipo de café para sentarse, hacer punto y relajarse, según nos dicen los expertos en estos tejemanejes. Es una nueva tendencia en la que son protagonistas los "knitting cafés", o cafeterías en las que se puede tejer una bufanda mientras se charla y se hacen amistades con una taza de chocolate caliente de por medio, según publica el diario El Mundo. Yo los comprendo, porque también suelo apuntarme a este solaz de hacer punto pues se pasa muy bien y es muy entretenido porque mientras haces ganchillo puedes hablar con ellas de todo, de esas cosas que con los hombres no puedes hablar. Y como ellas son más atentas y educadas puedes hacer muy buenas migas, muy buenos puntos de ganchillo y consultarle esas cosas que sólo puedes hablar con las mujeres como, por ejemplo, dónde
se han comprado esas braguitas tan monas que les has visto al cruzar las piernas. Porque con ellas es más fácil hablar de estas cosas, son más sinceras y francas, porque tú le preguntas a un tío dónde se compra las braguitas y se enfada. Son más maleducados. Pero con ellas es más fácil la conversación mientras haces punto y puedes preguntarles cosas íntimas que los hombres no quieren contar y las mujeres sí, como por ejemplo si cuando ellas se corren chillan. O si su novio la tiene grande o pequeña. O si se duchan antes o después. Y sobre todo si miran a los ojos mientras te la chupan, porque esa es una cuestión que para algunos es fundamental porque una mujer que no te mira a los ojos es capaz de todo. Me lo tiene dicho mi madre: no te fíes de las personas que no miran a los ojos. Y yo no me fío de las mujeres que no lo hacen. No son de fiar. Sobre todo esas chicas progres remilgadas que no follan, sino que hacen el amor porque ellas son unas señoras y no hacen guarradas de putón. Unas cursis, vamos, que no saben chuparla y encima no te miran a los ojos cuando lo hacen. Una blasfemia.

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