3 de diciembre de 2016

La felicidad y la lotería

Dicen los que suelen decirlo, que la felicidad es muy accesible pues todo aquel que no es feliz es porque no quiere y  basta con hacerse el tonto para serlo. La felicidad, como la tontería, esta al alcance de la mano, al servicio de cualquier tacualillo y por eso añaden que es lo más democrático  porque cualquier tonto puede conseguirla. Cualquier tonto puede ser feliz ya sea con un micrófono, una tiza,  un globo, una clase de reiki o capinateando la barra de un bar.

Yo anduve disfrutando unos meses de un globo y  fui feliz. El único inconveniente es que el susodicho se te desinfla y entonces tienes que contratar a uno que te lo hinche (el globo), y resulta que los sindicatos se te ponen farrucos y exigen la equiparación del SMI con el SMA (salario mínimo de inter-profesional y salario mínimo de profesionalidad).

No conozco a ningún tonto que no tenga salario mínimo y una opinión sobre esto o lo otro. La tienen. Y la seguirán teniendo. Los tontos no sólo que opinan los primeros y  cierran filas (lo que yo te diga), sino que  incluso se atreven  con aquello  "a mi me dejaran mandar".


Cada tonto tiene sus recursos y habilidades  para arreglar el mundo. Todavía no he conocido a ningún tonto sin opinión (incluido el que suscribe), pues todos los tontos tenemos nuestra opinión y y al que rechace esas ideas mirificas es tonto del culo y, por supuesto, un fascista. O comunista de arte mayor. Luego el obre tondo se jubila y se ve arrastrado a la más profunda insignificancia una vez perdido el supuesto poder que da la barra. Dan pena.

Tengo material para escribir tres novelas sobre tontos. Pero me ha costado recopilarlos un horror. El hacer cómputo y reglaje de tontos no está bien pagado. Es muy duro, lo advierto. Menos mal que el trabajo ya está hecho. Pro ha sido duro, muy duro.

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