20 de octubre de 2016

Se acabaron las paletadas de granitos de arena


Acabo de leer no sé dónde que algunos confunden la clemencia con la aceptación, es decir, que si perdonas y olvidas  se creen que eres tonto y te va la marcha. Puede ser. Ya lo dejó escrito y filmado Luis  Buñuel en Viridiana cuando se asomó a la inocente  caridad y nos previno sarcásticamente de sus consecuencias.

Una señora creyente acoge en su casa a unos mendigos que la humillan, le roban y la desprecian. Buñuel nos presenta a los mendigos tal y como son: malvados, buenos o ignorantes, pero nunca como beatíficos personajes que requieren ser salvados. La película es una tragicomedia que enfadó al Vaticano cómo no, pero que en el fondo es probablemente la película más religiosa que jamás se haya filmado porque desvela las marrullerías de la redención, la buena voluntad, el perdón y todas esos chipirrinchis  con los que nos adornamos para mirar al respetable con la cabeza bien alta.

En Viridiana los pobres que son hijo putas lo son porque también lo habrían sido de   haber sido ricos. El que es un cabrón lo es ya sea pobre con maleta de madera o se emplee en amasar millones en la caja fuerte del colchón de su cama. Y  si le va la codicia robará a su madre, aunque esta se quede sin comer para darle a él la mejor tajada.

Cuánta razón tenía Buñuel: no hay que tener caridad, ni ser fiel, ni tener desazón alguna. Ni aguantar lealtades de abrazos traperos. Por eso si una tienda de Internet me da la ropa mejor y más barata me voy a ella. Y si un banco me ofrece  mejor interés me cambio a él sin cruzar la acera. Se acabaron las lealtades, las falsas amistades y fidelidades a unos tipos que tarde o temprano te la pegan porque tú también harías lo mismo en similares circunstancias. Se acabó la falsa caridad viridianesca y a partir de ahora que cada tonto aguante su cirio y cada palo su vela.

Por eso me he dejado atrás al Firefox, con quien tanto quería, para pasarme al Chrome que es nuevo, sencillo  y mucho más efectivo. A la mierda los recuerdos, las emociones y las ñoñas sensibilerías. Excepto con mi querida hermanica a la que tanto quiero. A ella sí. Pero eso ya se supone.

Empiezo la tercera y última parte de mi vida sin mirar atrás, sin tarjetas, atavíos,  ni fotos resquebrajadas de la abuela. Es el inicio de la tercera y última etapa y no pienso hacer nada que no quiera hacer, tal y como dejó muy claro Garbandela;  el protagonista  escritor de la peli La gran belleza. Y el que venga detrás que arreé, que decía mi madre. Lo siento. Ni se hacen prólogos (Cela), ni ayudo a nadie de bóbilis bobilis. Cobro hasta por dar un paso y el que quiera favores que haga una visita guiada a Lourdes que me han dicho que por allí los cojos ven y los ciegos hablan.

Yo sólo soy un vulgar ser humano y no pretendo arreglar el mundo a paletadas de granitos de arena, ni aguantar a los pelmazos que sueñan y se van a invadir Polonia. Soñadores, no gracias. He tenido una epifanía y he descubierto que los tontos no son buena compañía. Soy a alérgico a los tontos y no pienso pasar la tercera y última parte de mi vida explicando una y otra vez lo obvio. Todo  lo contrario:   la voy a ocupar divirtiéndome y riéndome de todo. No tengo nada nuevo que decir pues está todo dicho, aunque a los tontos haya que repetírselo.

PD.- Por ejemplo: que arreglen de una vez las peligrosas losas rotas y sueltas de la Esquina del Convento antes de que alguien se desgracie y les meta a los gobernantes una querella que los deje en cueros, tal y como ya ha ocurrido con el jardín del Príncipe de Asturias o los terrenos de Migaseca. En este pueblo los listos hacen negocios porque aquí sí cabe un tonto más. Y hasta un tropel. 

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