Todos los días me despierto a las 7 de la mañana, aunque me haya dormido a las tres de la madrugada. Debe de ser una condena. Esta mañana he apuntado que la felicidad no existe. Es un invento de los filósofos que ahora cultivan los psicólogos por la cuenta que les trae. Debe de ser por la falta de sueño, pero de pronto se te antojan estas cosas.
O peores, porque te pones a bucear entre las webs de noticias y te enteras de que algunos representantes del populismo más rancio y decimonono, los de la izquierda cerril y asilvestrada, han jurado sus cargos en los ayuntamientos y otras instituciones bajo el latiguillo "por imperativo legal" (como los pro-etarras), que es como sí yo sugiero que si me caigo al suelo es por imperativo de la gravedad.
Es decir, que ellos no son más necios barracuda por imperativo de la política que les permite esconder en sus entrañas lo más granado de la estulticia nacional. Hemos logrado un nuevo hito histórico porque jamás en la
vida se habían reunido tantos tontos en las instituciones.
Cosas de la vida, claro, porque yo cruzo por los pasos de cebra por imperativo legal y no escupo en la calle por imperativo de la urbanidad. Y no aparco en la acera por imperativo legal, aunque cuando vaya a Barcelona aparcaré en la puerta de la nueva alcaldesa de Barcelona, Doña Urraca Colau, por imperativo que me sale de ahí mismo, es decir, porque no acato las leyes que me parecen injustas tal que hace o pretende hacer la susodicha. Y no los mando a tomar por ahí mismito por imperativo educativo, en fin, que a ver si les van dando mucho por culo por imperativo sexológico.
(Cieza, Diario de un dromedario. 17 de junio)
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