Un 57% de las estadounidenses dejarían de practicar sexo para poder consultar su móvil. Lo dicho: hacerles el amor mientras ellas 'guatsapean'. Aunque sea con su novio.
Tampoco vamos a ser celosos porque España es el tercer país europeo con más 'smartphone'. Todo el mundo lo tiene, excepto un servidor que cuando me lo ofertaron comprobé que no tenía nada que decir.
Aunque sí tenga mucho que gritar, como Munch, porque los terratenientes siguen cobrando subvenciones agrícolas (PAC), pese a que no trabajan el campo. Uno creía que esa breva era ya historia chunga, negra, del jaez aquel de las pinturas de Goya y Solana y por esas veredas y pagos. Pues no.
Ahora quieren quitarle esa 'ayuda' a los terratenientes como la Duquesa de Alba para que la subvención se vincule a las hectáreas que se trabajan y no a las que se gozan. En España se benefician 910.000 prójimos cuando sólo cotizan 350.000.
No nos extraña este traspapele burocrático porque a mí la Administración me ha pedido el certificado de vida y estado (solterón) y he estado a punto de aportarles la sábana manchada de sangre, compulsada, para certificarles que no soy virgen, o sea, que seguimos con Larra y el 'vuelva usted mañana' que ahora será vuelva usted el mes que viene porque quieren centralizar la justicia en la capital, quitando los juzgados de Cieza. La derecha nacional pretende que volvamos al coche de línea y a los papeles con gomas en el cartapacio.
Una justicia de Corte Inglés que acoge a las señoronas desocupadas que toman el té con pastas, mientras la izquierda pretenden repartir la miseria y que las becas se den al que no la necesita, al ocioso que no se curra las hectáreas del conocimiento y se lleva la pasta sin trabajarla, es decir, dejando los libros en barbecho. La OCDE ha revelado que la enseñanza en España es "cara e ineficiente". Cada universitario nos cuesta 7.000 euros al año.
Uno no ha hecho gasto porque me expulsaron de dos institutos de Cieza (tanto públicos como privados). Entonces no había más, sí. Me falta el cromo de los Albares. No soy un buen ejemplo, lo sé, pero me remusgo que la Universidad concede la igualdad de oportunidades, es lo justo, pero después la vida corrige y desiguala porque nadie quiere un médico o un abogado malo, aunque luzca un título con marco de lapislázuli.
Se critica la excelencia, por fascista, cuando la excelencia debe ser la normalidad; esa normalidad que evita que el 86% de los maestros de Madrid suspendan un examen con preguntas del nivel de un niño de 12 años y no sepan sumar kilos y gramos. "!Muera la inteligencia!", que gritaba el fascista Millán-Astray.
Porque la excelencia es lo que todos buscan al discriminar y contratar al albañil más excelente. O al buscar para novia a una mujer extraordinaria. Con las cosas de comer no se juega. Tonterías (y 5) los justos. Y 'smartphone' por un tubo para que ellas se entretengan mientras tú te las trabajas. Como la tierra y las becas.
Columna publicada en el periódico El Mirador de Cieza.
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