21 de octubre de 2012

Capullos

«En mi tierra desierta, tú eres la última rosa», le comenté yo a una chica, citando a Pablo Neruda. «Pues tú vas a ser mi último capullo», me replicó ella con suma crueldad.

No tienen corazón y sólo quieren chicos «atractivos y fácilmente intercambiables». No entienden que no todo en la vida es sexo en la cama, sino que a veces se puede pasear cogidos de la mano o ir juntos al cine. Con lo bonito que es llorar con los finales felices de las películas, mientras ella se sube las bragas.

Tampoco lo entienden los políticos que nos han dejado a los pies de un rescate que ya está listo cocina, porque sigue amontonándose la deuda de las administraciones públicas y de las cajas. !Que no metan dinero en los bancos!, claman las criaturicas. Pero ese dinero no se ha metido en los bancos, sino en las cajas (Santander BBVA y otros, que son privados, no han recibido ni un duro).

Y se ha descorchado de los ‘malditos mercados’ (o de Europa), porque el Gobierno no tiene ni 20 céntimos. Ni sabe el valor que tienen. El año que viene pedirá prestados 207.173 millones, una minucia, aunque al menos, tras meter la morterada en las cajas, éstas se han nacionalizado, son de todos los españoles y nos hemos hecho cargo 

de unos desahucios que pagamos todos.

Unas cajas que fueron fundadas como Monte de Piedad, sin accionistas, para que sus beneficios fueran a los necesitados. Ahora esas perricas han ido   a los políticos, empresarios y sindicalistas que las dirigían y que las han saqueado con sueldazos y pensiones multimillonarias e inversiones majaderas en aeropuertos sin aviones, AVE sin pasajeros, ladrillazos rumbosos y autopistas quebradas. O concediendo créditos a tutiplén (para ocultar sus derroches inversores), a gente con trabajo eventual que se hipotecaron sin poder. Y sin deber.

Sin encomendarse a Dios, ni al cura Salas, que llega, va, coge y se muere, a su bola, como siempre. Ya descansa en paz, aunque no va a dejar descansar ni a Dios, en el cielo.

Antes nos quejábamos que no daban créditos sin avales. Luego los dieron a mansalva, y sin aval, y ahora nos toca a los demás pagar ese jolgorio dicharachero mientras el gobernador del Banco de España, responsable de su inspección, se enjugascaba haciendo planes para su futuro pues cobra 11.000 euros al mes.

 Pero la culpa es de los banqueros (con chistera), y así tapamos las trapacerías de los gerifaltes que nos han prometido un paraíso en la Tierra que es una filfa, una tremebunda estafa. Excepto para ellos. Para los demás vienen los desahucios del paraíso, como Adán y Eva pillados con la manzana del crédito fácil.

Nos habían certificado la Utopía cuando los Reyes Magos son los papás. Siente uno chafarle la ilusión a los inocentes, pero es muy fácil prometer el paraíso en la Tierra cuando vives de nómina fija y a cobijo del carguico público. Todos te aman. Pero cuando el paraíso ha resultado una burbuja, la culpa es del perro que se ha comido mis deberes, señorita. Así que es verdad: «Después de Auschwitz no hay lugar para la poesía» (Adorno). Somos unos capullos. Aunque algunos más que otros.

Columna publicada en el periódico El Mirador de Cieza.

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