5 de noviembre de 2011

Griegas

Unos estudios científicos revelan que las mujeres   son más sinceras que los hombres al expresar sus sentimientos. Puede ser, pero  a uno le extraña la conclusión  y no se la cree,  ni por asomo,   porque a mí   siempre me mienten y  me  dicen que tienen novio. Son mentirosas impenitentes. O quizás todas las respuestas de las encuestas sean sólo mentirijillas  que todos colamos para quedar bien,  porque los hombres también mentimos,  sobre todo  en el legendario apartado de  «tantos sin sacarla». 

Suponemos, claro, porque   los   políticos griegos que  mintieron y amañaron  las cuentas para entrar en el Euro y han llevado a su país  a la quiebra,  se lavan ahora las manos y dejan  al pueblo la responsabilidad para que decida en referéndum si acepta  el plan de rescate del país,  que les  reportará

130.000 millones de euros y el perdón del 50% de su deuda. Lo del referéndum puede parecer una actitud  democrática   pero suena más a un populista escaqueo de su responsabilidad,   porque fueron ellos los que  perpetraron  la engañifa y ahora no quieren apencar con ella. Son cobardes.  Lo que el pueblo decida y a ellos que los registre

Nos lo advirtió hace unos días el parlamento eslovaco cuando no quiso aprobar el nuevo rescate  y por aquí  nos preguntábamos quiénes eran esos eslovacos de mierda, recién llegados a Europa,  que querían  darnos lecciones.  Insolentes...  Sobre todo  su presidente,  Richard Sulik, que no entendía que su país tuviera los sueldos más bajos de la eurozona y que fueran precisamente ellos a los que se obligaba a salvar a los demás.  «¿Para que Grecia pueda pagar 1.200 euros en las pensiones, tres veces más que nosotros?, se preguntaba atónito.  Una pensiones que cobraban  hasta los muertos, según supimos luego.  Y además se jubilan a los 63 años y nadie paga impuestos. Ahora les van a preguntar en referéndum si quieren pagarlos. Dirán que no,  como es obvio. Tontos no son.  

Por eso Richard Sulik no se fiaba: «Ahora tenemos que ampliar el fondo para ayudar a España o Italia cuando el Norte  de Italia es la región más rica de Europa». Esta actitud del eslovaco puede parecer insolidaria,  al primer vistazo, pero él   creía que la solidaridad entre los países estaba siendo mal entendida: «Es una solidaridad perversa: al final a todos nos va igual de mal. La eurozona sólo funcionará cuando los Estados puedan quebrar y todos los inversores lo sepan». 

Y tenía razón, claro,  porque no se entiende que Grecia se marque ahora un farol  con el referéndum y  que los eslovacos, que son austeros y no tienen problemas de deuda,  tengan  que pagar  las trampas griegas, y las españolas, debidas a las embajadas catalanas, los aeropuertos sin aviones, los Aves sin pasajeros o las presuntas subvenciones de don José Blanco, ‘el Gasofa’. 

Que un país pueda ir a la quiebra  tiene sus ventajas porque si los inversores a corto plazo  saben con  certeza  que no habrá más ayudas europeas y pueden  quedarse sin cobrar, se cuidarán mucho de especular con  nuestros caprichos de nuevos ricos y los gobiernos no podrían despilfarrar. El eslovaco atinaba en su diagnóstico sobre las deudas. Y  nosotros sin entenderlo porque preferimos las mentiras, piadosas, a que nos digan la verdad. Por eso las chicas mienten tan bien. Parecen griegas.

Columna publicada en el periódico El Mirador de Cieza.

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