2 de octubre de 2011

Parquis

La ciudad alemana de Bonn ha anunciado la inauguración de parquímetros para prostitutas que le permitirán cobrar un impuesto a las ‘trabajadoras de la acera’. Las lumis tienen que pagar 6 euros por noche de trabajo, independientemente del número de clientes. Es como los módulos del IRPF para los autónomos, pero en plan putiferio. Las autoridades no han especificado si llamaran a la grúa para retirar a las prostis que se pasen de la hora, tal y como se hace con los vehículos.

La crisis les ha llevado a exprimir a los más débiles (hasta las putas), aunque en España ha tenido la virtud de terminar con el ‘entubamiento’ del Segura, debido a la falta de remanente. Algo es algo. Y además saldremos poco a poco de la crisis (no hace falta ser la pitonisa Lola), aunque no se deberá a la aptitud meritocrática de los políticos, sino a que el capital necesita vender para ganar y si el personal no gana no consume.

Hay que darles trabajo, y cuartelillo, para que puedan gastar en las bagatelas que nos quieren vender. Ya ocurrió con los negros americanos a los que se les liberó para que consumieran

los productos industriales del Norte porque siendo esclavos andaban a gastos pagados del amo y no compraban las mercaderías que querían vender los norteños. No había negocio. No eran rentables, aunque fueran mano de obra barata.

Unos obreros que no ganan no consumen y no nos sirven porque no podremos venderles los espejitos mágicos tecnológicos que nos ofrecerán a crédito, por supuesto, y en módicos plazos. Así que nos liberarán de la esclavitud del paro y nos harán libres para poder trabajar, ganar, comprar y consumir. No tiene pérdida. Y una vez escarmentados quizás nos libremos para siempre de la cascaruja fachendosa y no volvamos a revivir más estampas ‘dickensianas’ en los comedores sociales, pues la mitad de los 4,5 millones de parados no recibe ya prestaciones y 67.000 empresas han cerrado desde 2009.

Y además no se permite la cancelación de la hipoteca con la entrega de las llaves y siguen desahuciando de sus casas a una pobre gente que no puede pagarla, por el paro, y porque el precio de la vivienda que compraron ha caído y no vale ni lo que se estipuló en el momento de adquirirla, cuando en el frenesí del Bienestar, y jauja, los albañiles ganaban más que los catedráticos de universidad (según denunciaron quejicosos los profesores en la prensa). Eso era el progreso: que un albañil ganará más que un catedrático y todos nos regodeábamos y congratulábamos del avance social que eso suponía. Era la igualdad.

Una igualdad muy spanish, verdad usted, porque nuestros políticos también son humanos e invirtieron el sudor de su escaño en la burbuja del ladrillo, porque todos ellos tienen de uno a cuatro pisos. Los que tenían que luchar contra la jarana inmobiliaria y vigilar para que no ocurriera el despiporre, invertían en ella como bomberos pirómanos. Y encima se van ahora todos, tras las elecciones, con una indemnización extra de 8.300 euros por cabeza, tras dejarnos a los demás en paro, con las pensiones congeladas y la jubilación retrasada. Tendríamos que ponerles un parquímetro. Por putillas. Que lo son.

(Columna publicada en el periódico El Mirador de Cieza)

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