11 de abril de 2009

Que la Resurrección nos libere de los tontos, amén


Ya sabíamos que la estupidez no conoce límites o que es infinita (como nos recordaba Einstein), pero es que además no repara en gastos y es constante (como la velocidad de la luz). Así que una profesora de la UCAM se ha subido al púlpito de su cátedra y nos ha anunciado que la homosexualidad es una enfermedad que tiene cura. La tontería no tiene cura: naces tonto y te mueres tonto.

Pero hay más, porque la estupidez puede superarse así misma, dar tres volteretas, un salto del ángel con tirabuzón y, alehop, llega la Organización de Consumidores y pide que los antidisturbios disuelvan las procesiones de Semana Santa que luzcan lazos blancos

contra el aborto, al ser una manifestación y llevar los nazarenos la cara tapada, que está prohibido por la legislación vigente.

Si lucen lazos blancos para criticar el aborto es una manifestación y si es una manifestación no se puede llevar la cara tapada, dicen los listos. Que los antidisturbios disuelvan las procesiones, exigen jactanciosos en su pretenciosa memez que nos llevaría a disolver las chirigotas y charangas de carnaval que critican al Gobierno pues también se manifiestan contra él y llevan la cara tapada con caretas.

Así que a partir de ahora las chirigotas, cuya razón de ser es la crítica política, han de desfilar sin caretas ni disfraces si no quieren ser disueltas a manguerazos. O no hacer crítica política. Porque lo dicen ellos, los memos, pues la estupidez es intrépida, no conoce pudor y desafortunadamente estamos gobernados por idiotas. No es la conjura de los necios, es que los necios gobiernan por omisión, por dejación de funciones.

Tiene que haber un Dios y tiene que haber resurrección y otro mundo, para que podamos por fin librarnos de los tontos, porque el infierno no es un lugar lleno de fuego y todas esas bobadas que se han creído algunos, sino un lugar en el que te ves gobernado y rodeado por idiotas. Terrorífico. Una crueldad insoportable. Sólo pensar en ese infierno me hace hincarme de rodillas y rezar para que Dios me salve.

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