3 de enero de 2006

No se la fío a nadie

Me cruzo casi todos los días en Cieza, mi pueblo, con un socialista que se llama Pepe Campos y al que aprecio mucho porque es un tío muy lúcido, sano y honrado, como la mayor parte de los socialistas excepto los de la “izquierda de la Moraleja” y adjuntos penenes alférez de complemento que se residencian por el diario gubernamental. Pero la mayoría son muy respetables y no tienen ninguna culpa de los cambalaches de los otros, de los cursipogres que se han adueñado del PSOE para su exclusivo servicio, para hacer negocio y justificarse ante la sociedad como multimillonarios burgueses, pero progresistas. Zapatero es el monigote de Cebrián; ese siniestro personaje que procede de los servicios informativos de la dictadura. Y el caso es que Pepe Campos, que lee este blog, cada vez que me ve me llama Federico Jiménez Losantos, se supone que para estigmatizarme y propiciar mi descrédito y muerte civil (ante los suyos, claro). Yo lo podría llamar Rafael Vera o
Pepe Barrionuevo, pero no tengo tan mala leche y me callo. Porque además no tengo nada que ver con Jiménez Losantos, excepto que daría mi vida porque él pudiera expresar su opinión, aunque no la comparta. Pero bueno, vale, de acuerdo: este es un país de etiquetas, banderas y bancales y si no estás conmigo estás contra mí. No hay alternativa, aunque parece que algunos todavía no han entendido que cuando escribo aquí sólo consulto con la punta de mi capullo y luego hago público los resultados del oráculo, mejor que el de Delfos. Repito: lo-que-me-sale-de-la-punta-del-capullo. Voy a cambiar el titulillo de arriba para dejarlo claro desde el principio, porque ya tengo escrito que a los tontos, a los políticos y a los niños, si no les pones ejemplos no se enteran. Y en vez de “Diario de un idiota con ínfulas”, va a quedar así. “Antonio F. Marín: Comentarios y chascarrillos que me salen de la punta del capullo”. Para que no haya dudas y entiendan los tontos, los políticos y los niños que mi único amo es la libertad. No soy de nadie, ni se la fío a nadie. Dicho queda. De lo único que soy fijo y fanático es del fetichismo, o sea, de inventar a la mujer vistiéndola de nuevo. O de las fantasías que a ello te lleva como, por ejemplo, la de meterle mano a tu mujer mientras cocina la cena que es una que todavía tengo pendiente y que algún día llegaré a cumplimentar reglamentariamente si consigo engañar a alguna para que se case conmigo.

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