10 de noviembre de 2005

Soy antisistema

Dice el presidente del Gobierno que a algunos sólo les falta anunciar el fin de mundo. No sé. A mí no me preocupa que se reforme el Estatuto de Cataluña porque entiendo que Cataluña y País Vasco puedan tener más competencias que las demás comunidades (ya tienen la policía, por ejemplo) porque aquello del "café para todos" fue un error. A mí lo que me preocupa es que esa reforma la hagan los mismos artistas que perpetraron esa Logse que ha convertido en analfabetos a toda una generación de españoles. La fin del mundo cultural. Eso es todo. No es la fin del mundo, es peor. Mucho más grave. Y también es la fin del mundo que se permitan privilegios decimonónicos a unos pocos y que volvamos reaccionarios y cavernícolas a los privilegios medievales olvidándonos de la “igualdad, libertad y fraternidad” entre todos los pueblos. Eso sí que es la fin del mundo. Una fin del mundo casposa.

Porque cuando Zapatero ganó las elecciones los jóvenes que se abalanzaron a la sede del PSOE para celebrar la victoria, le gritaron “ZP no nos falles”, “no nos falles”. Los jóvenes se referían a que acabara con los contratos basura y con el desorbitado precio de las viviendas que para ellos eran cuestiones perentorias. Desde entonces la vivienda ha subido un 18%, sólo un 10% de los contratos son indefinidos y el salario medio ha bajado un 0,8% situándose en los mismos niveles de hace 10 años. “Que la solidaridad no signifique penalizar a los Catalanes (a los ricos) por su mayor esfuerzo fiscal”, es la aportación a la Internacional Socialista de nuestro egregio presidente. Pues vale. Yo apoyé la Reforma Política en el 76 (sólo tenía 18 años y no pude votar) y luego voté la Constitución del 77. Y sin embargo, ahora reforman las normas de convivencia política sin consultar conmigo. Mi voto no vale. Mi opinión no cuenta. Me han convertido en antisistema. Y yo sin saberlo. Allá ellos.

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